¿Cómo nos hacemos más presentes? Hay mucha información sobre estar en el presente: libros, podcasts, todo el mundo habla de eso.
Todo el mundo tiene una receta diferente para llegar a ese estado. Y para mí, una excelente herramienta para estar presente y encontrar presencia en todo lo que hacemos es a través de la respiración.
Una de las cosas que he aprendido y que más me ha impactado es que vayas donde vayas, una clase de yoga o incluso unos talleres de respiración, lo primero que hacen es intentar doblarte o cambiarte o decirte que tu respiración no es la correcta.
Tenemos que entender que nuestro cuerpo está haciendo lo mejor que puede por nosotros en cada paso del camino. A veces una enfermedad, un dolor en cualquier parte de nuestro cuerpo, no es más que una alarma que nos dice qué anda mal y que necesita nuestra asistencia. Hay mucho significado en el cuerpo y, para mí, es la máquina más sofisticada para traerte de vuelta al presente cuando respiras.
Respira a tu ritmo. Pon tus manos sobre tu estómago y respira. Cuando prestas atención a tu respiración con los ojos cerrados, inmediatamente notarás que tu cuerpo comenzará a relajarse; para ello, puedes concentrarte en tu vientre y respirar.
Verás que la forma en que estás respirando cambia porque le estás diciendo a tu cuerpo, estoy aquí, estoy prestando atención, estoy escuchando. ¿Qué tienes que decir?
En ese momento, cuando estás en tu cuerpo, te vuelves presente. Estás en el aquí y ahora.
Y si pensabas que salir a correr después de un día de mierda era la mejor opción, quizás tu cuerpo te esté diciendo, no necesito salir a correr ahora mismo. Lo que necesito es un baño. No necesito salir corriendo ahora mismo. Lo que necesito es tomar té e irme a la cama. Pero a veces la sociedad, la matriz, toda la convención social, todo lo que vemos en la televisión, todo lo que escuchamos de la gente de nuestro entorno apunta hacia “hay que ser productivo”.
Ese tipo de “ser productivo” suele traducirse en la creencia de ser incapaz de parar. Si te detienes, pierdes. Si sigues corriendo, corriendo, corriendo, haciendo, haciendo, haciendo, haciendo, ganas. Bueno, te lo digo, corrí, seguí adelante, no paré, y me enfermé.
Terminé en el hospital y toda mi vida cambió por eso. Y estoy agradecida porque nunca escuché a mi cuerpo. Mi cuerpo me había estado diciendo durante mucho tiempo que algo andaba mal. Mi cuerpo ya me lo decía entonces. Y ahora mismo, puedo decir que si no fuera por ese rudo despertar, no estaría haciendo lo que estoy haciendo. Trabajando con otros profesionales como yo para reconectar con la espiritualidad, asique siempre escucha a tu cuerpo.
Comienza a relajarte. Tu cuerpo se vuelve más fuerte, y estás más energizado. Siempre escucha ese dolor, siempre presta atención a cómo estás respirando, no lo fuerces; observa, y cuando observas, tu cuerpo lo agradece.
Cuanto más estás en tu mente, más te desconectas de tu cuerpo. Y como seres humanos, estamos aquí para lograr el equilibrio. Somos el universo experimentando consigo mismo de muchas maneras y formas diferentes.
¿Y por qué no crear la mejor experiencia posible para nuestra vida? Para nosotros. Primero. Y para todos y todo lo que amamos.